martes, 27 de marzo de 2012

Pasividad




El juego pasivo castiga o bien la no voluntad de ataque o bien la falta de pericia en el ataque, pero nunca puede beneficiar a un equipo infractor. Por tanto la pasividad no es un hecho temporal, no se pretende sancionar que un equipo pase mucho tiempo atacando, sino esos dos elementos más relativos al ataque en sí: la ausencia de voluntad de atacar o la incapacidad para superar a una defensa reglamentaria.
Para valorar la falta de voluntad o de pericia han de tenerse en cuenta distintos factores. En relación con la falta de voluntad habrá que considerar primero el tiempo normal que cada equipo destina habitualmente a cada ataque. Existen equipos con ritmo más alto y ritmo más lento de ataque, así que el tiempo dedicado al ataque podrá entenderse como pasividad en relación con el ritmo de cada equipo, no de forma general. Y en segundo lugar, la existencia de situaciones de partido que puedan motivar un intento deliberado de ralentización del ritmo de juego, como la desventaja
numérica o la ventaja en el marcador. Cuando el equipo atacante que se encuentra en alguna de estas circunstancias aumenta la distancia de su juego a la portería o busca deliberadamente el juego reiterado en penetración, solemos encontrarnos con una falta de voluntad de atacar.
En relación con la falta de pericia, habrá que diferenciar esta situación de la defensa antirreglamentaria. Cuando el equipo atacante se ve frenado en su juego por acciones antirreglamentarias de sus oponentes (agarrones, empujones, etc.), tanto sobre el jugador en posesión del balón, como sobre los jugadores sin balón, no puede considerarse juego pasivo. Sancionar con juego pasivo al atacante que está sufriendo este tipo de defensa significa no sólo una clara influencia en el resultado, sino también un gravísimo perjuicio para el espectáculo, pues el juego se vuelve brusco, confuso y visualmente pobre y falto de ritmo.  La regla es pues que no existe pasividad cuando la defensa está siendo antirreglamentaria y, especialmente, cuando está siendo sancionada por los propios árbitros. Es una incongruencia sancionar a la defensa y castigar al ataque. O unos están defendiendo bien o los otros están atacando correctamente.
Debe ponerse especial atención a determinadas situaciones y aspectos conflictivos:
Primero, debe atajarse el aumento de la agresividad de la defensa tras la advertencia de juego pasivo. Agresividad no es intensidad. Es normal que la defensa aumente su intensidad, es decir, que aumente su dedicación y esfuerzo dentro del reglamento para obtener la ventaja que le da la advertencia de juego pasivo. Agresividad en cambio es un concepto antirreglamentario. Si la defensa se vuelve agresiva ha de ser sancionada.
Segundo, en los casos en los que se mantenga la advertencia al tiempo en que se sanciona golpe franco a favor del atacante, debe hacerse especial hincapié en la distancia de tres metros, tal y como se ha mencionado genéricamente.
Tercero, la ralentización repetida de los propios saques (saque de centro, saque de banda, golpe franco o saque de portería) también es juego pasivo. El equipo que de manera repetida deliberadamente ralentiza los saques a su favor debe ser sancionado con pasividad, teniendo además en cuenta que repetidamente no es sucesivamente, es decir, no es necesario que sea en saques consecutivos, sino que vale con que se produzca dos o más veces de forma discontinua a lo largo del partido.


Fotografia  Valeria Flores Huerta ( Árbitro Nacional CAHM)
Documento Extraído de la RFEBM













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